MALAGA VERSUS ZENITH Y DELIRIO EN LA ROSALEDA

           MÁLAGA VERSUS ZENIT Y DELIRIO EN LA ROSALEDA.

 

Las sensaciones de extrañeza por acudir a la Rosaleda un Martes se notaba en el ambiente malaguista, en los aledaños del estadio se especulaba sobre  cómo iba a responder este equipo ante el primer partido de la fase de grupos de la champions de su historia.

El estadio registraba una gran entrada rozando el lleno y de nuevo la excitación, perplejidad y regocijo causado al escuchar en la rosaleda el himno de la máxima competición de clubes del continente europeo contagiaba al aficionado, lo que hasta hace apenas tres años era una quimera se convertía en realidad a las 20:45 horas del martes 18 de septiembre, una fecha para la historia del malaguismo.

El partido comenzó de forma inmejorable para el equipo local, combinación de toque en la banda izquierda para que le llegue el balón a Isco y encare a la defensa  rival sobrepasándola con regates, amagos y cambios de velocidad endiablada para finalizar con un tiro impecable técnicamente hablando. Equilibrando el eje corporal hacia un lado y dándole al balón una rosca suave buscó de forma intencionada el palo largo del portero y anotando de este modo el primer gol a los 3 minutos de empezar el encuentro.

El Málaga desplegaba todo sus repertorio futbolístico al servicio del buen gusto, en ataque utilizando todas las variantes ofensivas posibles  con las continuas permutas de hombres y posiciones para desestabilizar al equipo contrario, los ronditos y el toque corto y preciso para sacar el balón jugado  y salir de la presión del rival, la defensa concentrada y bien colocada muy atenta en los apoyos y coberturas entre sus hombres.

El segundo gol no se hizo esperar mucho más de 15 minutos para hacer justicia a la valiente y bella apuesta futbolística del Málaga, de nuevo una excelente serie de combinaciones en la banda derecha creando superioridad numérica permitió a Jesús Gámez centrar de forma precisa a la bota del pibito Saviola, que no quiso faltar a su cita con el gol en cada partido disputado vistiendo la elástica blanquiazul.

Con el 2-0 iluminando el marcador y reflejando su luz en los ojos de los atónitos espectadores, se desató el delirio en las gradas ante la continua avalancha de fútbol desplegado por el Málaga, el equipo malagueño quería más porque la confianza rebosaba en sus jugadores y  además se les notaba muy felices sobre el terreno de juego creando numerosas ocasiones de peligro, cuando los jugadores se divierten son imbatibles.

La afición se contagió del delirio provocado por la avalancha de buen fútbol sobre el terreno de juego, el público se pellizcó para comprobar que no era un sueño y empezó a cantar y botar, se sacudieron todos los complejos provocados por un reciente proceso concursal y el abandono temporal del nuevo dueño, años de carestía con fichajes a coste cero y cedidos se desvanecieron ante el mejor partido del Málaga en toda su historia.

Los Malaka hinchas son incondicionales y espectaculares, el frente boquerón más reducido pero nunca fallan, las peñas animosas se dejan oír durante fases de los partidos pero el martes fue todo el estadio al unísono, incluso los acomodados de tribuna se contagiaron del delirio y todo el campo fue un clamor de agradecimiento y amor a unos colores.

Jamás en mis años de socio malaguista he visto a la Rosaleda de esa manera volcada con su equipo, la crisis hizo un paréntesis en la cruda realidad diaria para permitir hacer cosquillas a la felicidad, la gente se volvió loca con el tercer gol de Isco, una obra de arte esculpida por un genio humilde y sencillo que acabó por enloquecer a una afición entregada.

Los aficionados ya no sabían qué hacer para demostrar la inmensa alegría y orgullo que les provocaba el partidazo de su equipo, los cánticos se dedicaban a los jugadores y al técnico cuando llegó el momento mágico y clímax del delirio boquerón en la Rosaleda. Los Malaka hinchas solicitaron la colaboración de todo el estadio para cantar la melodía de pipi lastrung abrazados, la marea blanquiazul se balanceaba abrazada como las olas del Mediterráneo que baña su costa y entonces la Rosaleda se convirtió en una fiesta total, la afición se entregó al delirio en plena comunión con el equipo y la felicidad se vistió de blanquiazul.

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